Rosario al espiritu santo y oraciones a la divina providencia

Nuestra Señora de la Divina Providencia

Oh Inmaculada Virgen María, Madre de la Divina Providencia, toma posesión de mi alma con toda la plenitud de tu favor y protección. Gobierna mi vida y dirígela por el camino de la virtud hacia el cumplimiento de la voluntad divina. Obtén para mí el perdón de mis pecados; sé mi refugio, mi protección, mi defensa, mi guía en la peregrinación de esta vida; consuélame en las aflicciones, sostenme en los peligros, y en las tormentas de la adversidad dame la seguridad de tu tutela.

Obtén para mí, oh María, la renovación de mi corazón dentro de mí, para que se convierta en la santa morada de tu divino Hijo JESÚS; aleja de mí, débil y miserable como soy, toda clase de pecado, negligencia, pereza, timidez y respeto humano; expulsa por completo de mí el orgullo, la vana gloria, el amor propio y todos los demás afectos terrenales que impiden la eficacia de tu patrocinio.

Oh dulcísima Madre de la Providencia, vuelve sobre mí tu maternal mirada, y si por fragilidad o malicia he provocado las amenazas del Juez eterno y amargado al Sacratísimo Corazón de mi amado JESÚS, tiende sobre mí el manto de tu protección, y estaré a salvo.

Novena de la Divina Providencia

María, Virgen Inmaculada y Madre de la divina Providencia, guarda mi alma con la plenitud de tu gracia: gobierna mi vida y dirígela por el camino de la virtud al cumplimiento de la voluntad divina.    Obtén para mí el perdón y la remisión de todos mis pecados; sé mi refugio, mi protección, mi defensa y mi guía en mi peregrinación por el mundo; consuélame en medio de la tribulación; ponme a salvo de todo peligro; en las tormentas de la adversidad préstame tu segura protección.    Obtén para mí, oh María, la renovación de mi corazón dentro de mí, para que se convierta en una santa morada para tu divino Hijo Jesús; aleja de mí, que soy tan débil y miserable, toda clase de pecado, negligencia, tibieza, cobardía y respeto humano; líbrame por completo del orgullo, la vanagloria, el amor propio y todos los afectos terrenales que impiden los efectos salvadores de tu patrocinio.

  Oraciones de ofrecimiento del rosario a la virgen de gualalupe

Querida Madre de la divina Providencia, vuelve sobre mí tu mirada maternal y, si por debilidad o malicia, he provocado las amenazas del Juez eterno y entristecido el Sagrado Corazón de mi querido Jesús, cúbreme con el manto de tu protección y estaré a salvo.

Oración de Nuestra Señora de la Providencia

El Rosario comienza con el Credo de los Apóstoles, seguido de un Padrenuestro, tres Avemarías (tradicionalmente ofrecidas para aumentar la fe, la esperanza y la caridad de los que rezan el Rosario) y el Gloria. A continuación vienen las cinco decenas, cada una de las cuales consta de un Padrenuestro, diez Avemarías, un Gloria y la breve oración de Fátima. Se concluye con el Avemaría, seguido de una oración por el Papa (tradicionalmente, al menos un Avemaría).

  Imagenes para imprimir de oraciones y rosario de la infantita

Meditar significa traer a la mente, al rezar el Padrenuestro y el Avemaría durante cada decena, las diversas escenas de la vida de Jesús y de su madre, tomadas de los relatos evangélicos. Meditar los veinte misterios equivale a contemplar la vida entera de Jesús, desde su concepción y nacimiento, pasando por su infancia, hasta su ministerio público, sus enseñanzas, su institución de los sacramentos, y luego su sufrimiento, muerte, resurrección y regreso triunfante al cielo.

A veces se necesitan meses o años para que esta forma de oración mental se convierta en habitual, así que ten paciencia. Comienza por situarte “en” la escena del misterio concreto mientras rezas, imaginando las imágenes, los olores, los sonidos y las emociones que Jesús, María, José y los demás participantes experimentaron durante los acontecimientos reales.

Coronilla de la divina providencia

Lamentamos que haya pasado tanto tiempo desde nuestro último boletín.    Han pasado muchas cosas en el Carmelo -y en el mundo- desde la primavera pasada… Los días se han convertido en semanas, las semanas en meses, y el tiempo parece pasar “más deprisa de lo normal”, ¡si es que eso es posible!

En nuestros boletines de Cuaresma y Pascua, hablamos brevemente de las aflicciones que se han abatido sobre el mundo y que están tocando la vida de cada persona, de un modo u otro.    Las virtudes, las lecciones espirituales y los ánimos que ofrecíamos en esas cartas se hacen cada vez más conmovedores, a medida que aumentan las turbulencias y la incertidumbre.    Tal vez encontremos un poco de alivio haciéndonos eco del grito medio desesperado de los apóstoles cuando despertaron a Nuestro Señor en medio de la tempestad en el mar: “¿No te preocupa, Señor, que perezcamos?” (Mc 4, 38).

  Pulpito de nahun rosario humillacio y ayuno en la oracion

Sí, Dios en el Cielo y Nuestro Señor en los sagrarios de la tierra casi parecen dormidos, inertes, mientras el mundo que nos rodea se desmorona. Y me viene a la mente otro grito que se encuentra en la Escritura: “¡Despierta!    ¿Por qué duermes, Señor?    ¡Levántate!    ¡No nos deseches para siempre!    ¿Por qué escondes Tu rostro, olvidando nuestra aflicción y nuestra opresión?”.  (Sal. 43:24-25) Crece la ansiedad por el futuro y por las pruebas que pueda depararnos.

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