Misa por un difunto
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La devoción a los ángeles de la guarda ha formado parte de la piedad popular dentro de la Iglesia desde los tiempos más remotos. Tal devoción ya tenía un lugar en el judaísmo antes de la época de Jesús. La verdad de que todas y cada una de las almas humanas tienen un Ángel de la Guarda que nos protege tanto del mal espiritual como del físico ha sido mostrada a lo largo del Antiguo Testamento, y queda muy clara en el Nuevo.
Está escrito que el Señor Jesús fue fortalecido por un ángel en el Huerto de Getsemaní, y que un ángel liberó a San Pedro de la prisión en los Hechos de los Apóstoles. También Jesús hizo explícita la existencia y la función de los ángeles custodios, señalando que todas las personas, incluso los niños pequeños, tienen un ángel custodio, y que los ángeles están siempre en el Cielo, mirando el rostro de Dios durante toda su misión en la tierra, que es guiarnos y protegernos en nuestra peregrinación hacia la casa de nuestro Padre.
Sin embargo, nos guían al Cielo sólo si nosotros lo deseamos. En el Cielo, nuestros ángeles custodios, aunque ya no necesiten guiarnos hacia la salvación, nos iluminarán continuamente. Se alienta la oración a los ángeles custodios, y el hábito de recordar su presencia y apoyo conduce a la amistad con ellos. La oración a los ángeles custodios está presente en la Iglesia desde al menos principios del siglo XII.
Oración del ángel de la guarda antes de misa
En la Consagración, con tu fuerza seráfica, adora a mi Salvador verdaderamente presente, rogando por los que me han amado, por los que me han ofendido y por los ya difuntos, para que la sangre de Jesús los purifique a todos.
Durante la Sagrada Comunión, tráeme el Cuerpo y la Sangre de Jesús uniéndolo a mí en espíritu, para que mi corazón se convierta en Su morada. Suplícale que por su sacrificio se salven todos los hombres del mundo.
L: Adorabilísimo Salvador, postrado ante el altar donde Tú estás realmente presente, vengo a reparar todas las injurias e ingratitudes infligidas a tu Corazón amoroso, oh divino Jesús; concédeme reparar debidamente todos los sacrilegios cometidos, la falta de devoción y el descuido en la preparación y acción de gracias de la Sagrada Comunión, y la frialdad de mis propias Comuniones.
Concédeme la gracia, amado Señor, de amarte en el Santísimo Sacramento del altar con amor generoso y constante. Amantísimo Jesús, te entrego mi corazón y me consagro enteramente a Ti por el amor agradecido que te profeso como reparación de todas mis infidelidades, y con tu gracia, no volveré a pecar. María, mi queridísima Madre, alcánzame una verdadera devoción al Sagrado Corazón de Jesús Sacramentado, y un tierno amor hacia Ti, para que pueda servirte siempre como tu devoto hijo.
Comunión espiritual
Oh ángel de Dios, mi santo guardián, que me ha sido dado desde el cielo, ilumíname en este día y sálvame de todo mal. Instrúyeme en las buenas obras y ponme en el camino de la salvación. Amén.Oh ángel de Cristo, santo guardián y protector de mi alma y de mi cuerpo, perdóname por todo lo que he hecho para ofenderte cada día, y protégeme de toda influencia y tentación del maligno. Que nunca ofenda a Dios con mi pecado. Ruega por mí al Señor, para que me haga digno de la gracia de la Santísima Trinidad, y de la Santísima Theotokos, y de todos los Santos. Amén.
Oración de comunión espiritual
Cuando buscamos lo que la Pequeña Flor dice sobre los santos Ángeles, no esperamos un pesado tratado, sino más bien un popurrí de cantos salidos de su corazón. Desde su infancia formaron parte de su experiencia y de su ambiente espiritual.
Los miembros de la Asociación también fomentaban una devoción particular al Ángel de la Guarda, al que rezaban: “Ángel de Dios, príncipe celestial, guardián vigilante, guía fiel, pastor caritativo, me alegro de que Dios te haya creado con tantas perfecciones, de que te haya santificado por su gracia y de que te haya coronado de gloria por haber perseverado en su servicio. Que Dios sea alabado por todas las cosas buenas que ha hecho por ti. Que tú mismo seas bendecido por todo el bien que haces por mí y por mis asociados. Te entrego mi cuerpo, mi alma, mi memoria, mi inteligencia, mi imaginación y mi voluntad. Gobiérname, ilumíname, purifícame y dispón de mí según tu beneplácito” (Manuel de l’Association des Saints Anges, Tournai).