Oración de un alma enamorada
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Actuemos de tal manera que por medio de esta actividad amorosa alcancemos la visión de nosotros mismos en Tu belleza en la vida eterna. Es decir: Que yo me transforme de tal manera en Tu belleza que seamos semejantes en belleza, y ambos nos contemplemos en Tu belleza, poseyendo ahora Tu misma belleza; esto, de tal manera que cada uno mirando al otro pueda ver en el otro su propia belleza, ya que ambos son Tu sola belleza, siendo yo absorbido en Tu belleza; por lo tanto, yo te veré a Ti en Tu belleza, y Tú me verás a mí en Tu belleza, y yo me veré a mí mismo en Ti en Tu belleza, y Tú te verás a Ti mismo en mí en Tu belleza; para que yo me parezca a Ti en Tu hermosura, y Tú te parezcas a mí en Tu hermosura, y mi hermosura será Tu hermosura y Tu hermosura mi hermosura; por lo cual yo seré Tú en Tu hermosura, y Tú serás yo en Tu hermosura, porque Tu misma hermosura será mi hermosura; y por eso nos contemplaremos mutuamente en Tu hermosura.
¡Oh abismo de delicias! Eres tanto más abundante cuanto más se concentran Tus riquezas en la infinita unidad y simplicidad de Tu ser único, donde un atributo es tan conocido y disfrutado que no impide el perfecto conocimiento y disfrute del otro; antes bien, cada gracia y virtud que hay en Ti es una luz para cada una de Tus otras grandezas. Por Tu pureza, oh Sabiduría divina, muchas cosas se contemplan en Ti a través de una. Pues Tú eres el depósito de los tesoros del Padre, el esplendor de la luz eterna, el espejo sin mancha y la imagen de Su bondad.
San juan de la cruz oración de un alma enamorada
El 14 de diciembre es una gran solemnidad para nosotros los carmelitas, pues celebramos a San Juan de la Cruz, sacerdote carmelita, reformador con Santa Teresa de Ávila, poeta español y doctor de la Iglesia, “Doctor de Teología Mística”. De San Juan de la Cruz, aprendemos cómo alcanzar una profunda unión con Dios a través del viaje del alma de oración, soledad y sufrimiento que abre nuestros corazones al fuego del Amor Divino. Únete a nosotros en el rezo de esta novena. Que nuestros corazones ardan con una llama viva de amor por nuestro Señor.
Oh mi Padre amoroso, San Juan de la Cruz, alcánzame la gracia del perfecto abandono a la santa voluntad de Dios, para que, poniendo toda mi alegría y esperanza en la Pasión de mi Salvador, pueda al fin descansar eternamente contigo en su gloria. Alcánzame también la gracia especial que te pido durante esta novena si es para la gloria de Dios y para mi salvación
Gran San Juan de la Cruz, modelo de paciencia y generosidad heroica, que por la gloria de Dios y por la propagación de la santa reforma del Carmelo, soportaste tantas pruebas, y emprendiste trabajos tan pesados, encontrando, como San. Pablo, tu gozo en el oprobio, alcánzame del Señor la gracia de la paciencia inalterable en la adversidad, para que así glorifique a Dios, limpie mi alma de toda mancha, avance en la práctica de la virtud sólida y obtenga al fin la corona prometida a los que sufren por amor de Dios. Amén
Novena de San Juan de la Cruz
Juan nació en Fontiveros, España, hacia 1542. Ingresó en el Carmelo y, con el permiso de sus superiores, comenzó a llevar una vida más estricta. Después fue persuadido por Santa Teresa para iniciar, junto con otros, la reforma de los Descalzos dentro de la Orden; esto le costó mucho trabajo y muchas pruebas. Murió en Úbeda en 1591, sobresaliente en santidad y sabiduría, de lo que dan elocuente testimonio sus numerosos escritos espirituales.
Soldado del Rey eterno,Valeroso guerrero,¡salve a ti!Columna elevada a alturas excelsasEn majestad inquebrantable.Veneramos tus gloriosos méritosY la marea de homenaje brotaDe la fuente de nuestros espíritus,Elevándose hacia el cielo mientras se hincha.
Has sentido la fuerte protección Del poder de la Virgen Madre,Salvándote con dulce elecciónEn la hora temible y peligrosa.Desde tu juventud nunca se desvíaEn su cuidado vigilante de ti,Y para siempre preservaA aquel que juró ser su esclavo.
Vástago elegido de nuestra Madre,En sus trabajos compartiste,Ayudándola, como hijo y hermano,A reparar la belleza del Carmelo;Santuario arruinado y templo levantandoDel polvo de la lenta decadencia,El honor de María alabando,En el amanecer de un día más hermoso.
Escritos de San Juan de la Cruz
El Don de Entendimiento ilumina la mente con la luz de la verdad de Dios. Este don del Espíritu Santo permite al alma captar el significado de las verdades, en particular las verdades de la religión. La fe nos ayuda a conocer estas verdades, pero es el Don de Entendimiento el que nos ayuda a aprenderlas y apreciarlas. Mediante una comprensión más profunda de los misterios de la salvación somos más capaces de merecer nuestra recompensa eterna. Este don inspira el testimonio de una fe viva en la que comenzamos a caminar dignamente con Dios en todas las cosas y le somos más agradables.
Sin embargo, debemos caminar hacia Dios a través de la mortificación de los apetitos. Nuestra vista no siempre está fija en Dios y a menudo está apegada a cosas, ideas y conceptos de naturaleza terrena que nos llevan por un camino alejado de Dios. San Juan enseña que sin esta mortificación no hay transformación en Dios y los dones sobrenaturales del Espíritu Santo no darán fruto. Jesús también nos instruyó así a nosotros, sus discípulos: “cualquiera de vosotros que no renuncie a todo lo que posee, no puede ser discípulo mío” (Lc 14, 33). San Juan de la Cruz afirma esta afirmación: “porque la doctrina que el Hijo del hombre vino a enseñar es el desprecio de todas las cosas para que recibamos el don del Espíritu de Dios. Mientras las personas no se despojen de estas posesiones, serán incapaces de recibir el Espíritu de Dios en pura transformación”. (Subida al Monte Carmelo, Bk 1: 5, 2)